Alfonso Garrigós
Corrían los albores del año 2003. Sonó el teléfono y una voz
desconocida preguntó por mí. Si, soy yo, respondí. Se presentó.
No lo conocía. Sin embargo era un compañero del Colegio de
Titulares Mercantiles. A igual que yo se dedicaba al asesoramiento
contable y fiscal de las empresas. Junto con algunos compañeros,
estaban realizando las gestiones para poder conseguir, mediante un
master de adaptación de dos años de duración en la Universidad, la
Licenciatura en Administración y Dirección de Empresas. Mi
pensamiento empezó a circular a mil por hora. Podía conseguir ese
anhelo, el sueño de toda mi vida. Ser universitario. Sin embargo,
contesté que era muy tarde para poder cumplir lo que me estaba
proponiendo. Le dije a mi interlocutor que cuando me dieran el título
estaría a la puerta de la jubilación. Tenía ya sesenta y dos años
cumplidos. Su contestación me hizo reaccionar rápidamente. Acepté
el envite. Sus palabras, las que me hicieron aceptar eran que él
acabaría a los ochenta y cuatro, acababa de cumplir los ochenta y
dos.Cual no sería mi sorpresa cuando al reunirme con el resto de
compañeros observé que el más joven había nacido en el año mil
novecientos cincuenta y uno, estaba a punto de cumplir los cincuenta
y dos años.
Aquella experiencia era otra NAU GRAN. La primera a la que
asistí. La verdad es que los compañeros hicimos una gran amistad,
los profesores se unieron a nosotros, teniendo en cuenta que la
mayoría podrían ser hijos nuestros, todos formamos una gran piña.
Se forjó un fuerte afecto entre todos que perdura hoy en día.
Ahora, cuando se me presentó esta segunda oportunidad de poder
asistir a la Universidad, no lo dudé. Aunque diferente, en algunas
cosas, a la otra, tienen muchas cosas en común. Una de ellas, es el
compañerismo existente entre todos los componentes del curso. Las
materias que estamos dando, aunque distintas algunas, para mí, son
un complemento muy importante. Es lo bueno que tiene la NAU GRAN,
la gran variedad de materias que logran que alcancemos lo que se
persigue, una mayor y mejor cultura. Estoy muy contento de poder
estar y participar con todos vosotros de esta experiencia. Hay que
tener presente que, tanto en una Universidad como en otra, aunque
queramos no debemos, no podemos practicar la canción famosa del Dúo
Dinámico “Somos jóvenes”. Dicen que ser viejo es porque uno ya
sabe todas las respuestas, nosotros somos menos jóvenes y todavía
deseamos poder aprender para que posiblemente un día podamos
contestar todas las que nos hagan. Nunca es tarde para aprender. No
obstante, hay que tener en cuenta lo que hoy en día nos pesan cada
día más los años. Ello me permite dirigirme a la Delegada de Curso
y a sus ayudantes, con todo el cariño del mundo, a las que, ante
todo, tengo que agradecerles el desinterés con el que están
actuando, pero, también deseo recordarles ese peso que se va
acumulando sobre todos, es a partir de ahora cuando hay que pensar
que pueden venir los problemas achacosos, con ello no quiero insinuar
nada de política, lo digo por si alguien piensa que me refiero a los
partidarios de Carme. Tampoco hay que pensar en ese problema
venidero, el imparable. Dediquemos nuestra energía en buscar más
sapiencia que la solución vendrá por sí sola.
Otra de las similitudes que encuentro, no me había olvidado, como es
natural la mayoría también podrían ser hijos nuestros, son los
profesores que, como en todos los sitios los hay de buenos, mejores y
superiores. Hoy, en estos momentos, tenemos entre nosotros a uno de
ellos y, desde aquí, quiero remitirle nuestros mejores deseos y
agradecimientos por estar en el último grupo, en el de los
superiores, aspiración que rogaría se transmitiera al resto del
Claustro. Sus clases han sido, son de una calidad extraordinaria, nos
han hecho trabajar mucho, han conseguido que prestemos la atención
requerida, nos han encargado realizar tareas con las cuales, de
seguro, la mayoría de nosotros hemos aprendido a tener un
envejecimiento activo. Es lo que ellos esperaban, deseaban. También
estoy convencido de que no les hemos defraudado.
Ella, Sacramento, está utilizando todo su entusiasmo y empeño en
que este programa de La Universidad continúe. Sabemos que hay gente
que critica, desprecia esta acción. Gente que no quiere o no
comprende la labor que se está haciendo. Que opina que el dinero que
se gasta podría dedicarse a otros menesteres. A nosotros, en
realidad nos queda poco, un curso, aunque nos consta que se está
estudiando el conseguir que el programa continúe. Sacra, sigue
adelante, estamos dispuestos a darte nuestro apoyo moral y material
para que ello se haga realidad, no ya por nosotros, que también,
sino por los que vienen detrás Últimamente parece ser que los
Organos superiores han llegado a un acuerdo. Nos van a ubicar en otro
lugar, siempre que sea por el fin y la continuidad deseados,
bienvenido sea el traslado.
Sacra, dicen que la sonrisa es la mejor cédula de identidad que
tenemos, tú la has tenido todo el tiempo, durante las clases y fuera
de ellas, no se ha borrado nunca de tu semblante, ahora nosotros para
agradecer esa dedicación, los aquí presentes deseamos que recibas
con nuestro cariño y afecto, la mejor de todas nuestras sonrisas.
Sacra, muchas gracias por todo.
Alfonso Garrigós
Gandía-La Sabor
30-01-12
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